No hay batida o montería sin rehalas, el autentico corazón de esta modalidad de caza.
En primer lugar definir que la rehala es el equipo de perros utilizado para la caza de montería “a la española”, típica del centro y sur de la península ibérica. La rehala está compuesta por entre 10 y 12 colleras (parejas) de perros de distintas razas, dirigidas por un perrero o rehalero pero este tema lo abordaremos en nuestro próximo artículo de blog.
El podenco andaluz tiene una altura y un peso “definido” que le permite correr durante horas en la cacería. Según datos de estudios, pueden alcanzar de 40 a 100 kilómetro en un día. Sin embargo, es importante que tengan agua y la temperatura del ambiente sea menor a 25 grados. Además, una condición física apta para aguantar las horas que dure la cacería es fundamental, pues los perros tienden a sufrir estrés crónico por agotamiento y aislamiento.
Únicamente una media de 40 días es el calendario de monterías al año. Durante el resto del tiempo, las rehalas están en parón. La alimentación también cambia cuando se acercan los días de caza, pues deben añadir complementos vitamínicos, más descansos y horas de campeo para ejercitarlos, aunque esto último suele estar restringido.
Los rehaleros se definen como “defensores del perro” y prestan sus servicios por colaboración. Sin embargo, también existe la rehala comercial, aunque, según se asegura, la compensación económica nunca llega a superar el gasto que supone el cuidado y mantenimiento de una rehala, que puede alcanzar los 13.000 euros al año.
Los auténticos rehaleros afirmar que tener rehalas es una actividad etnológica, heredada y que se puede definir como un hobby y una pasión y aseguran que quien comienza en esta actividad difícilmente la puede dejar.
Desde HUNTY queremos recordar que La Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, declaró la rehala y la montería como Bien de Interés Cultural (BIC). Se destaca que tanto la montería como las rehalas son actividades de interés etnológico con incidencia social, cultural, económica y medioambiental en la mayor parte del espacio geográfico nacional, y sobre todo en la zona rural.
Sus orígenes como actividades regladas se remontan al siglo XII, con la publicación del Código de las Monterías, aunque desde el año 990 existen referencias escritas de los grupos de monteros que asistían a la realeza en sus cacerías.
En 1347 aparece el Libro de la Montería, y sucesivos libros -publicados desde los siglos XIV hasta el XVII- describen las características de monteros y monterías, de las rehalas y batidores, que aún son reconocibles en las monterías actuales.